La astenia primaveral no es una enfermedad; más bien se califica como un trastorno pasajero que acontece en primavera cuando los cambios en la temperatura, en las horas de luz, y en la presión atmosférica, junto con el aumento de la cantidad de polen en el ambiente hacen que nuestro metabolismo pueda sufrir alteraciones. Esto hace que a principios de primavera muchas personas se sientan especialmente cansadas, con bajón de ánimo y de energía. La astenia primaveral puede acompañarse también de otros síntomas, como dolor de cabeza, malestar general, irritabilidad, dificultad de concentración, trastornos de la memoria y del sueño, dolores musculares, mayor caída del cabello, pérdida de apetito y bajo deseo sexual.
Además de la regulación propia que nuestro organismo debe hacer progresivamente, cabe recordar que existen complementos nutricionales naturales que pueden ayudarnos; repasemos los más recomendados:
Jalea real
Sustancia de aspecto cremoso elaborada para alimentar a las larvas de la colmena durante sus tres primeros días de edad y a la reina durante toda su vida. Actúa como estimulante y tonificante, debido a su rica composición (contiene gran número de proteínas y vitaminas del grupo B, grandes cantidades de oligoelementos, fósforo y azufre, entre otros principios activos).
Polen
con propiedades equilibrantes, vigorizantes y energéticas, contiene gran cantidad de nutrientes importantes para nuestro organismo.
Vitaminas y minerales
cabe destacar el magnesio, esencial en el uso de la energía celular y en infinidad de funciones orgánicas, como la contracción muscular o el funcionamiento neuronal.
Levadura de cerveza
fermento que procede de la descomposición del gluten contenido en la cebada; constituido por un hongo microscópico, conocido con el nombre de Saccharomyces cerevisiae. Rico en proteínas, es uno de los alimentos más ricos en vitaminas del grupo B, imprescindibles para la utilización de la energía por parte de nuestras células.
Coenzima Q 10
necesaria para el transporte de nutrientes a través de las membranas de las mitocondrias, que actúan como centrales energéticas de la célula.
Plantas adaptógenas
como el ginseng, el eleuterococo o la maca, que mejoran la capacidad de adaptación del organismo.